En "Tó está bueno" somos de regalar comida, y para el día del padre, pasamos de gastarnos el dinero que no tenemos y hemos hecho estas rosquillas tan ricas.
Además es una buena forma de celebrar nuestro post número 100.
Parece mentira que hayamos hecho cien publicaciones ya, no nos hemos dado ni cuenta, el tiempo ha pasado volando.
La receta me la ha enseñado una de las cocineras del sitio donde hago las prácticas. Es la que hace su madre (salvando las distancias, porque seguro que a esa mujer le salen más buenas que a mí).
La cuestión, es que en principio decidí hacerlas porque es el tipo de dulce tradicional que les gusta a los padres, pero cuando empecé a pegarle pellizquitos a los roscos que iba friendo, ya me hice fan.
Están buenísimos, esponjosos y dulces, con el toque de naranja.
Un vaso de leche fría y un par de estos para mojar, le levantan el ánimo a cualquiera.
Ingredientes:
-500 ml de zumo de naranja
-3 huevos
-la raspadura de media naranja y de medio limón
-75 g de azúcar
-50 g de aceite de oliva
-1 cucharadita de levadura
-1 cucharadita de bicarbonato diluido en un poco de vinagre
-harina (800 g aprox.)
-azúcar y canela
1-Mezclar los huevos, el zumo, la raspadura, el azúcar, la levadura y el aceite. Batir muy bien.
2-Diluir el bicarbonato en un poco de vinagre y añadir a la mezcla anterior.
3-Tamizar la harina sobre la primera mezcla, e ir removiendo con unas varillas. A medida que vaya espesando, tendréis que dejar las varillas y meter las manos en la masa. Debe ser fina pero quedarse pegada a los dedos.
4-Dejar reposar tapada y en un lugar cálido durante unas cinco horas.
6-Poner aceite de girasol en una sartén honda y cuando esté caliente ir echando la masa, haciendo las rosquillas una a una.
Para que la masa no se nos pegue, debemos tener un cuenco con aceite en el que ir mojándonos las manos.
7-Freír, escurrir un poco el exceso de aceite y rebozar en azúcar y canela.
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